Cuando la vida se va haciendo más interesante, parece que queda menos tiempo para tener pensamientos interesantes. Cuando vamos logrando tener que hacer cosas que nos gustan, pasar tiempo con gente que nos gusta, gustarnos más a nosotros mismos, el tiempo para elaborar cosas interesantes, se esfuma.
Me pasa con un título perfecto que tengo para mi próximo ensayo. Tengo el título, tengo las ideas, pero no me he sentado a elaborarlas. Y no me siento particularmente triste ni culpable por eso; más bien me siento asombrada de mi posibilidad de aceptar una nueva vida fascinante que me tiene contenida, llena, feliz. Por fin me he liberado de las angustias que me encerraban en una pieza fría (habiendo un sol precioso afuera) a pensar en todas aquellas cosas que me molestaban, que me apenaban y me impedían ser feliz. O sea, reflexionaba en torno a mi misma.
Bla, bla.
En fin; el pensamiento que hoy se me viene a la cabeza es la gran contradicción que existe entre tener una vida plena en los términos convencionales y ser una persona interesante, en términos de admiración. Fue así, como un día antes de una prueba de un ramo que a poca gente le importa, conversando justamente con alguien a aquien sí le importa, apareció el desdén.
El desdén hacia el ocio y la flojera. Tradicionalmente, se ha insistido en la idea del ocio como la madre de todos los vicios y que el trabajo dignifica al hombre. Por supuesto, mi buen amigo interlocutor, sigue fielmente esa idea y considera que su constante trabajo (traducido al estudio del Derecho) lo hace ciertamente más interesante persona que otras, quienes tienen tiempo para sentrse boca arriba y mirar el techo pensando en lo que se les ocurra.
Nosotros, en cambio, tenemos el pensamiento dirigido a memorizar y entender lo que estamos leyendo constantemente y evitar confundir una materia con otra. Es una gran tarea, sin dudarlo, pero ¿ qué pasa con todas esas cosas que se nos pasan por alto mientras estamos ocupados con lo contingente: la prueba del Lunes?
Como que nos hace falta un poquito mirar al mundo.
En plena conversación, me acordé de mi gurú personal: Sir Bertrand Russell y su maravilla de ensayo: “Elogio a la ociosidad”. Hay que tener un cuidado extremo con el uso de estas palabras; pese a que el mismo ensayo se encarga de hacer la distinción entre el ocio útil y el que no tiene ningún motivo para ser admirado o imitado, más bien diremos que el tiempo libre es un bien precioso.
Un ejemplo: A la gente le gusta la filosofía. A la gente le gusta tener un filósofo favorito y encontrar interesantes las ideas de alguien. Nos gusta escuchar a la gente que tiene una idea extraña y novedosa de las cosas: cosas que a nosotros nos se nos habrían ocurrido. Platón, Aristóteles, los favoritos de los tiempos modernos, incluyendo a Nietszche, Freud con sus revolucionarias ideas. El mismo Russell, los teóricos de todo tipo de ciencias y los juristas. Todos han tenido que darle un par de vueltas a las cosas y pensarlas con calma para poder saltar con algo nuevo.
Lo más cercano a nosotros, los estudiantes de Derecho, son los jurisprudentes romanos. Tropa de ociosos; se dedicaron a inventar casos para darles soluciones. Sin embargo, sin ese conjunto de soluciones, no tendríamos sistema legal. Curioso efecto de los ociosos, o gente con tiempo libre en el mundo.
Por lo tanto, ¿es la gente ocupada la que tiene mayor influencia? ¿Es la gente ocupada y sin tiempo libre la que va a producir? Evidentemente, sin saber las cosas más básicas y siendo un completo vago, no se puede elaborar. Para levantar cosas nuevas, revolucionarias e intrigantes, es necesario tener buenas bases.
Ahora, volviendo a mi frustrado ensayo, sólo debo decir, que lo escribiré como sea. Aun sin tiempo libre, debo elaborar. Aun teniendo una vida que finalmente me encanta; seguridad, agenda ocupada, cafecitos en Starbucks, tardes de estudio y tardes de ver televisión, un pololo enfundado en corbata, buena comida, buena vibra.
¿Será que esto no es más que un opio? ¿Pasajero? ¿Será que no si elaboro ideas, no lo haré nunca más? Como dijo un gran personaje (R.Valenzuela Cori): el que dice que va a dedicarse a pintar cuando jubile, nunca va a tomar un pincel en su vida. Las cosas se hacen ahora o no se hacen nunca.
Quizás será que estamos perdiendo la capacidad de asombro ante las cosas y aceptamos la idea de tener ciertas necesidades y triunfos: plata, casa propia, perro, calefacción central, airbag, Coca Cola. Pasa incluso, con las ideas políticas: qué pobre es nuestro país en cuanto a ideas realmente políticas y en cuanto a políticos. Recuerdo que lindo debe haber sido abrir un diario opositor y noleer una noticia contada de forma intencionada, si no una opinión escandalosa, pero bien formulada. Hermoso.
Echo de menos las opiniones, quizás de ahí nace mi melancolía por esto del ocio, las ideas, lo interesante y lo mundano. Perdón querido Emo, pero aunque me preocupe por tu sufrimiento y quiera ayudarte, me gustaría saber qué opinas de lo que pasa a tu alrededor. Les tengo noticias: la vida no es una teleserie.
El tiempo libre se nos arranca, porque tenemos la extraña idea que estar más ocupado es más productivo para uno y la sociedad. El tiempo libre que disponemos luego, es inútil porque lo hacemos improductivo (maldita televisión) y nos quedamos sin pensar, sin opinar, sin creer, sin construir. Para hacer eso, habría que mirar el mundo y cometarlo.
Aprendí que no hay que ser Carlos Peña o Alfredo Jocelyn-Holt para hacerlo. Basta tener boca (o dedos).
¿Ven? No escribí nada nuevo, porque no me he sentado a pensar en nuevas ideas.
P.D: ¿Sabía usted que la opinión es como el trasero? Aunque crea que no tiene o no es lo suficientemente bueno, sí tiene.