Tengo mis programas de televisión favoritos; son bastante faltos de ingenio, la verdad. Pero es que al momento de enfrentarme a la cajita del aturdimiento (no me acuerdo quién le decía así), sólo quiero ver cosas que tengas aproximadamente la profundidad de un guardapolvos.
Así es cómo descubrí mis series, mis paradigmas de la vida misma: Sex & the City, The Hills (un reality más falso que judas) y los infomerciales. No, lo último es broma.
En resumen, todo lo que veía tenía un alto porcentaje de vida inalcanzable para mí, de una vida que miraba con desdén en principio y que luego quise. Lo odiado pasó al amor; mirar esta vida llena de lujos: comidas con las amigas (demasiado escapado del presupuesto de una estudiante promedio en Chile) en lugares bonitos porque allá no se usa cocinar, desayuno en Starbucks, zapatos Manolo y abrigos D&G combinados con una carterita Fendi.... bueno, la verdad es que me parecía que esa vida estaba bastante vacía y que faltaba ejercicio neuronal. El tema de conversación era el zapato, la Fendi, la perra de la ex novia de mi novio (con voz de traducción o en el subtítulo) y volvemos a la cartera.
Vende harto hablar del novio, del ex novio, del futuro novio, del que puede llegar a serlo.
Con todo esto, ninguno de los programas mencionados me emocionaban mucho: los vi y luego, con la reflexión les fui agarrando cariño.
Pasé al amor y eso fue lo trágico. Me enamoré de la vida fascinante de esta gente. No nos engañemos: es rico ver una vida donde la mayor preocupación sea el vestido que me voy a poner en mi próxima cita, elegir el club donde bailaré con mis amigas, los cahuines y la challa. Nada más.
El contraste con la vida agobiada y llena de smog que llevamos acá es muy fuerte, es además tentador dejar todo lo que uno considera de buen status (inteligencia y vida ocupada) por un buen Cosmopolitan con las amigas.
Problemas: Encontrar un lugar donde preparen bien el Cosmo, encontrar una amiga con tiempo para que te acompañe y tres, llegar a un tema que no tenga que ver con el agobio y a la vez, escape a lo que hacemos siempre: universidad, subdesarrollo, estrés. ¿Dónde está el cahuín, el novio, el ex novio, la bitch?
Error!
Entonces uno se va en una corriente de pensamiento neo frustrado: ¿por qué no.... ?
Empiezan las preguntas de por qué no nací mas chica para poder usar tacos, por qué no nací en California, por qué no soy así....por qué no tengo esto..... blah.
En el fondo, uno se enfoca más en lo que no tiene, en lo que no es, en lo que la gente DEBERÍA ser y peor en lo que YO DEBERÍA SER O TENER.
Se nos olvidan fácilmente las cosas que tenemos, con las herramientas que podemos trabajar, nuestro contexto y las cosas bellas que tenemos. Este último punto lo dejaremos para el libro de autoayuda, pero lo que si hay que tener presente es que el espiral de autoayuda tiene un buen comienzo con nuestra vida fascinante.
Finalmente, le tomé amor a la vida livianita de casco, la vida fácil y la vida linda. Eso no significa en ningún momento que yo haya renunciado a mi vida intelectual, a mis voladas profundas, a mis rollos y al tremendo esfuerzo que significa hacer convivir una vida de estudiante con mi espíritu de chica Cosmo que ama los baños de tina, hacerse la manicure, encremarse entera, pelar, cahuinear, chillar como enferma, hacer test de personalidad en internet, exfoliarse, tomar Cosmos, bailar y reirse todo el día (por eso que dicen de que en boca tonto abunda la risa).
Eso sólo hace dos cosas: reafirma mi personalidad como mujer, como niña de rosado que se distingue del macho alfa y me posiciona en uno de los dos tradicionales polos: Marte y Venus. Sólo porque no creo que la mujer para validarse deba “amacharse”, debe seguir siendo fina, sensible, frágil para algunas cosas y debe preocuparse de ella misma.
Además, me simplifica la vida, por el hecho de no vivir diciendo obviedades sólo para parecer más inteligente. Me libero de toda carga de DEBER ser inteligente. Lo soy y confío eso, pero igual le puedo decir a una estudiante de medicina que leí en mi revista favorita que comer maní salado no produce espinillas y no sentirme ofendida cuando ella me responda que se lo demostraron científicamente en clase de... lo olvidé. En el fondo, sabemos lo mismo.
Cuando decidí que debía aferrarme a lo que tengo y ser como soy, sin esperar lo que debería ser, me sentí feliz y libre. Así fue como descubrí mi vida fascinante: puedo hacer de los panoramas más simples lo más glamoroso de mi vida completa y TAN FASCINANTE como andar con una cartera Fendi. Lo importante está en disfrutar porque uno escogió hacer eso y no lo otro, yo escogí estar con esta persona y no con otra, yo he elegido mil veces y no es ahora el momento de arrepentirse sino descubrir nuestra elección que es fantástica.
[Esta parte es sólo para entendidos]
Y me siento Carrie cuando camino Colón abajo con el viento en la cara, me siento fabulosa. Me siento tan afortunada como Charlotte cada vez que saludo a mi Harry y me siento querida por sobre todo. Me siento Miranda, seca y astuta, cada vez que me va bien en mis estudios. Me siento Samantha (si y qué!) cada vez que tiro un comentario ácido y subido de tono. Me siento todas las mujeres más envidiadas del mundo.
Me siento Lauren cada vez que no tengo nada más que hacer que pelar o jugar con mi pelo (que, por lo demás, está hermoso). Soy Heidi cuando chillo y con todo, me aguantan.
Mi vida es fascinante y no me había querido dar cuenta. Me tomó un año saber que sí tenía todo lo que necesitaba para ser lo máximo; solo faltaba que me diera cuenta y lo explotara hasta llegar al infinito y más allá.
(Gracias por un año hermoso, porque encontré a Harry y me reconcilié con lo que soy: una Charlotte)